martes, 13 de abril de 2010

El chocolate se ha convertido en mi nueva adicción, en la droga que hace su abandono soportable, que suple las largas conversaciones que solíamos tener.

A eso de las ocho de la tarde, inconscientemente (o eso quiero creer), percibo en el interior de mi boca cierto incremento de saliva; mi estómago gruñe de un modo muy particular y mi lengua da unos suaves golpecitos en mi paladar. Extrañada, dejo de hacer lo que estoy haciendo, y reflexiono. ¿Qué está ocurriendo?

Es la hora del chocolate.

Así que acudo a la cocina, abro uno de los armarios y ataco a la tableta, mutilándole parte de sus onzas. Siempre la misma cantidad, la justa y necesaria. La saboreo concentrada, la degusto con pasión; me deleito. Y sacia todos mis deseos.

cada veinticuatro horas


Lo malo de esta nueva adicción es que, sin el ejercicio suficiente, ENGORDA.

¿Pero a quién le importa?

Chocolat (2000).

A mí, si me lo diese él, definitivamente no me importaría.


(Creo que pronto voy a volver a verla)

1 comentario:

syl dijo...

calla! que yo estoy enganchada despues de comer zasca! una oncita jeje

disfrutalo!

besos