domingo, 25 de abril de 2010

espontaneidad a media noche

Hoy es otro de esos sábados tirados a la basura, otro de tantos en los que, en vez de estudiar, he visto capítulos enteros de "Sex and the city". Son ya las doce y veinte de la noche y he acudido a tu tuenti para buscar en tu tablón algún vídeo o referencia a alguna película para ver. He decidido empezar por la primera entrada que hiciste en ese blog, y qué sorpresa cuando, pasando de una a otra, me he encontrado con el texto que te escribí para tu cumpleaños hace casi ya un año. Sabía que lo pusiste ahí, sólo que no lo recordaba. Lo he leído, y, qué tonta, no he podido evitar volver a emocionarme mientras lo hacía.

Han pasado muchas cosas últimamente, y, al mismo tiempo, apenas ha habido novedades. Nos hemos distanciado, hemos conocido a otra gente, creado nuevas relaciones, encontrado nuevos caminos; pero he leído ese texto que te escribí y he pensado en todos los textos que me has hecho escribir o, simplemente, en los que he compuesto en mi cabeza gracias a ti sin llegar a plasmarlos nunca ni un papel real, ni en uno cibernético. Ha habido textos con diferentes propósitos, pero jamás hubo ninguno con el propósito de herirte. Una vez escribí esto (pero léelo después), sobre lo incomprendida que me sentía por tu actitud, o la que yo he creído en algunas ocasiones que es tu actitud al respecto: http://www.fotolog.com/ohipie/20643236 (tan sólo la primera parte).

Mi vida no se expresa en una foto, en una canción, en una película o en la ropa que llevo; que también, pero menos. Mi vida la conforman las palabras, simplemente es otro arte. Y sé que lees, que te gusta leer y que no a todos nos gustan todos los escritores, sólo faltaba. Pero siempre siento que me juzgas, a veces, incluso, que me infravaloras. En ocasiones te observo mientras me miras con cierta sonrisa maliciosa cuando hablo de algo que no te interesa demasiado. Y lo peor no es eso, no es que observo tu mirada; lo peor es que después de un tiempo sin tener muy buenas experiencias en ningún aspecto, he perdido la confianza en mí misma, y siento que ni siquiera mi amiga me ayuda a creer en mí. Obviamente, no te culpo. Tan sólo, te lo digo o, bueno, mejor dicho, te lo escribo porque incluso he perdido la capacidad de serte totalmente sincera cuando te hablo.

Tienes que saber que para mí lo de París no fue el problema, fue la gota que colmó el vaso de unos sentimientos que me había ido guardando y que no había encontrado el momento de desvelarte. En cierta medida, lo he hecho ahora. Pero realmente me gustaría pasar un día entero contigo, solas tú y yo, como hace no mucho tiempo, y hablarte y escucharte.

Mas sobre todo, quiero que tengas presente siempre que realmente eres muy importante para mí, y que te quiero.

martes, 13 de abril de 2010

El chocolate se ha convertido en mi nueva adicción, en la droga que hace su abandono soportable, que suple las largas conversaciones que solíamos tener.

A eso de las ocho de la tarde, inconscientemente (o eso quiero creer), percibo en el interior de mi boca cierto incremento de saliva; mi estómago gruñe de un modo muy particular y mi lengua da unos suaves golpecitos en mi paladar. Extrañada, dejo de hacer lo que estoy haciendo, y reflexiono. ¿Qué está ocurriendo?

Es la hora del chocolate.

Así que acudo a la cocina, abro uno de los armarios y ataco a la tableta, mutilándole parte de sus onzas. Siempre la misma cantidad, la justa y necesaria. La saboreo concentrada, la degusto con pasión; me deleito. Y sacia todos mis deseos.

cada veinticuatro horas


Lo malo de esta nueva adicción es que, sin el ejercicio suficiente, ENGORDA.

¿Pero a quién le importa?

Chocolat (2000).

A mí, si me lo diese él, definitivamente no me importaría.


(Creo que pronto voy a volver a verla)