A eso de las ocho de la tarde, inconscientemente (o eso quiero creer), percibo en el interior de mi boca cierto incremento de saliva; mi estómago gruñe de un modo muy particular y mi lengua da unos suaves golpecitos en mi paladar. Extrañada, dejo de hacer lo que estoy haciendo, y reflexiono. ¿Qué está ocurriendo?
Es la hora del chocolate.
Así que acudo a la cocina, abro uno de los armarios y ataco a la tableta, mutilándole parte de sus onzas. Siempre la misma cantidad, la justa y necesaria. La saboreo concentrada, la degusto con pasión; me deleito. Y sacia todos mis deseos.
cada veinticuatro horas
Lo malo de esta nueva adicción es que, sin el ejercicio suficiente, ENGORDA.
¿Pero a quién le importa?
Chocolat (2000).
A mí, si me lo diese él, definitivamente no me importaría.
(Creo que pronto voy a volver a verla)
1 comentario:
calla! que yo estoy enganchada despues de comer zasca! una oncita jeje
disfrutalo!
besos
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