La persiana está abajo en este cuarto, versos que dicen todo y dicen nada,
pensamientos que ya empapan mi almohada,
Aute de fondo susurrando
"je vais faire l'amour avec toi"...
No consigo concentrarme y me digo
no seas tonta que aquí no se está tan mal,
pero la vida me demuestra lo contrario
día a día voy matando la esperanza de escapar.
Sólo espero esa sonrisa tribulada
y aunque mientas, me regales ese instante
donde dices tan seguro
que todo irá mejor.
Esa voz que me repite cada día,
no estés triste y descansa, vida mía,
ya verás como mañana te encontrarás mejor.
He intentado levantar esa persiana,
escribir mil idioteces que hagan gracia,
y secar mi almohada a carcajdas,
y otra música de fondo,
que no me arranque la emoción.
Y con todo he conseguido más bien poco,
tras el cristal todo estaba nublado,
la almohada casi muere en un naufragio,
cuando oí a Silvio susurrando
"mi unicornio azul, ayer se me perdió"...
Sólo espero que consigas darte cuenta,
y aunque sea difícil al final comprendas
que aunque ponga voluntad
no habrá nada en el mundo
que me haga olvidar que no estás cerca,
que me enseñe a vivir sin repetirme
"cuánto te echo de menos"...
Hace ya un año; un año desde que ella murió.
La tristeza me invade por momentos, y me hace llorar.
Pero, aunque lo trato, no logro olvidar que, aún sin su presencia, él estuvo a mi lado.
Me hizo sonreír en los peores momentos.
Hizo, incluso, que me sintiese más perdida sin él que sin ella.
Por aquel entonces su cometido era cuidar de mí, su trabajo consistía en ser mi ángel de la guarda.
Por aquel entonces, nuestro mutuo cometido era lograr sonrisas en la distancia y con las palabras.
Aquel fin de semana no fue bueno para ninguno de los dos, ambos vivimos una mala experiencia.
Por aquellos días nos pedíamos a "gritos" no desaparecer jamás, no romper lo que teníamos.
Por aquellos días, la razones del insomnio eran conversaciones interminables.
Aunque siempre tuviesen un final.
Recuerdo, más bien, tengo que admitir que he vuelto a leer parte de la conversación,
que ya le advertí y me advertí a mí misma que aquello terminaría tarde o temprano.
"Todo es eventual en el mundo" le dije.
A lo que él respondió "Muchas ideas tuyas no me molan, no sólo las políticas".
Pidió un deseo y se lo hice realidad, pero para entonces ya no tenía valor.
Ni siquiera sé qué pasó con aquella carta.
Ante situaciones como esta, las personas pasan por diversas etapas.
Algunos experimentan odio, rencor, ira, tristeza, abandono. Otros no sienten nada.
En mi caso hubo un poco de todo y un poco de nada.
Primero fue la negación. Después la lucha por una batalla ya perdida.
Más tarde la desilusión y la aceptación. También la indiferencia.
La incomprensión, la necesidad, el anhelo. La gratitud.
Y estas dos últimas etapas parece que durarán siempre, a pesar de que una vez dije que todo era eventual.
Hace poco intenté reanudar algo, aunque fuesen conversaciones vacías o, incluso, hirientes.
Y ni siquiera esa vez supe jugar bien mis cartas. Él, como tantas otras veces, tenía razón.
El día que yo ganase sin que él se hubiese dejado ganar, se acabaría el mundo.
Así que perdí, pero lo tengo asumido, como dije una vez "siempre tuve vocación de suicida".
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La vida da muchas vueltas...